La RAE
define el éxito como el resultado feliz de un negocio, actuación, etc.
Podríamos decir, por tanto, que el concepto del éxito tiene mucho que ver con
el hecho de que todo nuestro esfuerzo sea recompensado con una consecuencia que
nosotros identificamos como placentera.
En el ámbito
deportivo la mayor parte de los jugadores identifican el hecho de ganar como la
recompensa más placentera que existe. Y probablemente no estén demasiado
desencaminados a la hora de percibir la situación de esa manera. Yo mismo, me
vuelvo a casa mucho más contento cuando gano que cuando pierdo. Incluso en los
partidos en los que he rendido bien. En esto la bioquímica no nos ayuda mucho
puesto que está más que demostrado que ganar libera hormonas que nos producen
mucho placer y cuya experiencia nos empreñamos en repetir.
Esta
situación no tendría mayor transcendencia si no fuera por el hecho de que mis
valores y creencias me piden que me sienta igual de bien cuando gano como cuando
pierdo jugando bien porque quiero valorar el rendimiento, por lo menos, al
mismo nivel que el resultado pero… ¡A ver como me lo monto con las
hormonas para que se liberen también cuando pierdo jugando bien!
El resultado
es un tipo con muy mala imagen. Es como ese amigo que teníamos de adolescentes
del que nuestra madre siempre nos quería alejar, “no vayas con ese chico que te
traerá problemas” Por el contrario el rendimiento es el colega guay. De hecho
el rendimiento es el otro amigo que caía tan bien a nuestra madre, “júntate con
el rendimiento que ese si que es buena gente”.
Yo quiero
romper aquí una lanza en favor del resultado. En el fondo es buena gente, el
problema es que un incomprendido. Vivimos en una sociedad en la que todo va
demasiado deprisa, en la que lo queremos todo ya y sin pararnos demasiado en
madurar el proceso. Por ejemplo, lo que de verdad importaba en el cole eran las
notas, cuando sacabas buenas notas eras listo y cuando las sacabas malas
entonces es que eras tonto. Pero nadie se preocupaba mucho por el rendimiento.
En el tenis importan los resultados ¿Cuánto has quedado? ¿A que ronda has
llegado? ¿Qué ranking tienes? Si has quedado bien o ganado eres bueno y si no
has quedado bien o has perdido eres malo. La trampa y lo que desacredita al
resultado es esa forma de pensar. Somos nosotros mismos los que hacemos que el
resultado sea el amigo indeseable de nuestras madres ¿Qué porqué? Porque lo que
hacemos es identificarnos y darnos valor como persona en función de nuestros
resultados. Terminamos pensando y creyéndonos el lema de que “Yo soy mis
resultados”.
Los mejores
se diferencian del resto porque saben cómo escaparse de esa trampa. Los mejores
saben que no son el resultado de sus resultados (valga la redundancia) Pero no
por ello le quitan valor a los resultados que consiguen. ¡Todo lo contrario!
Consideran sus resultados de vital importancia pero no como arma arrojadiza
contra ellos para decirse ¡que malos eres!, ¡eres un inútil!, ¡no sabes hacer
nada! o ¡que bueno eres!, ¡eres un maquina! ¡a ti no te gana nadie! sino para
adquirir información relevante para seguir creciendo y alcanzar su objetivo.
¡Eso es! El resultado es una información muy valiosa.
En el camino
hacia la excelencia lo primero que tenemos que aprender a diseñar es un buen
objetivo que nos dirija hacía el lugar al que al que queremos ir. Me encanta
esa parte de Alicia en el país de las maravillas en el que Alicia le pregunta
al gato:
- ¿Podrías decirme, por favor, que camino debería seguir para salir de
aquí?
- Eso dependerá
en gran parte del sitio al que quieras llegar, le dijo el gato.
- No me
importante mucho el sitio, dijo Alicia.
- Entonces –
dijo el gato – tampoco importa mucho el camino que tomes.
No deberíamos
permitirnos no saber dónde queremos ir ya que eso determina el camino que hemos
de escoger. Y tanto el camino como el destino son aspectos fundamentales en
nuestro desarrollo personal y deportivo.
Una vez que
ya sabes dónde quieres estar y empieza las ruta necesitas evaluar el progreso
cada cierto tiempo. Necesitas confirmar si estás o no acercándote al objetivo
como habías planificado. Y para esto los resultados son tus mejores aliados
(siempre y cuando los utilices como información y no para identificarte con
ellos)
¿Y que hago
con esos resultados? Valorar mi rendimiento para establecer las modificaciones
que sean necesarias. (Insisto sin identificarme con el)
Rendir al
100% no siempre es suficiente. Lo ideal es rendir al 100% de tus posibilidades
pero orientado dicho rendimiento a la consecución de tus objetivos. Si tu
objetivo es clavar un clavo en la pared y te tiras 10 horas al día golpeando
por todos sitios menos por donde está el clavo, nadie te podrá decir que no
estás rindiendo al 100% pero todo ese rendimiento no te servirá para alcanzar
tu objetivo. Sin embargo, si te paras un momento a analizar el resultado y el
porqué no estás consiguiendo tu objetivo te darás cuentas de que no estás
fijando tu atención en el clavo (por ejemplo) y entonces reevaluarás tu
rendimiento (en función del análisis que has hecho de tu resultado) y
terminarás alcanzado tu objetivo con mayor facilidad.
A mis
jugadores les suelo poner el ejemplo del Ferrari y el reponedor del
supermercado. Imagina que el objetivo del reponedor del supermercado fuera
comprarse un Ferrari en 5 años. Imagina que su rendimiento fuese del 100% cada
día. Que sus jefes estuviesen encantados con su trabajo y que además lo
mantuviera de manera disciplinada durante mucho tiempo. ¿Crees que pasados los
5 años se lo podría comprar? Con toda certeza la respuesta es que no y sin
embargo su rendimiento durante todos estos años en su trabajo ha sido
incuestionable. El problema es que no ha valorado los resultados intermedios de
su trabajo con lo que no ha podido hacer ningún tipo de ajuste para mejorar su
rendimiento de cara a la consecución del objetivo. Por eso, solo al final del
proceso se da cuenta de que no tiene dinero suficiente para comprarse el
Ferrari a pesar de haber rendido al 100%.
Porque hay
que recordar que competimos para rendir al 100% de nuestras capacidades y dar
lo máximo de nosotros mismo, pero también para ganar y alcanzar nuestros
objetivos.
¿Qué hubiera
pasado si cada mes el reponedor del supermercado hubiera evaluado y analizado
los resultados de su trabajo en relación a su objetivo? (insisto como
información para tomar decisiones y no como para definirse. No es útil para
decirse a sí mismo “eres un inutil no ganas un duro” “así no lo consigues nunca
vaya mierda de trabajo que tienes”… etc ) Pues que habría tomado decisiones en
torno a su rendimiento u objetivo. ¿Cómo? Valorando buscarse un trabajo cuyo
rendimiento económico fuera mayor o bien reevaluando su objetivo (cambiando a
un coche más barato o ampliando los años para conseguirlo)
Yo soy
partidario de trabajar desde pequeños con los jugadores los tres conceptos:
Objetivos, resultados y rendimiento. Explicándoles correctamente el significado
de cada uno. El problema no es el resultado, el problema es el significado que
les enseñamos del resultado. Les hacemos creer que “ellos son sus resultados” y
eso es lo que les perjudica realmente en su desarrollo personal y deportivo. Si
somos capaces de hacerles ver que su resultado está muy relacionado con su
rendimiento y objetivos y les acostumbramos a analizar el resultado como lo que
es “un resultado” (que no les define) les permitirá aprender a adaptar la
calidad y cantidad de rendimiento que necesitan llevar a cabo con el fin de
alcanzar unos resultados que les permitan conseguir sus objetivos. Y solo
cuando seamos capaces de hacer que cambie la imagen que ofrecemos a nuestros
jugadores de lo que significa realmente el resultado nuestras madres empezarán
a dejarnos salir ellos. Porque en el fondo no son mala gente, el problema lo
tenemos nosotros, que no sabemos utilizarlos correctamente.
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