domingo, 9 de febrero de 2014

El triángulo del éxito: objetivo, rendimiento y resultado





La RAE define el éxito como el resultado feliz de un negocio, actuación, etc. Podríamos decir, por tanto, que el concepto del éxito tiene mucho que ver con el hecho de que todo nuestro esfuerzo sea recompensado con una consecuencia que nosotros identificamos como placentera.
En el ámbito deportivo la mayor parte de los jugadores identifican el hecho de ganar como la recompensa más placentera que existe. Y probablemente no estén demasiado desencaminados a la hora de percibir la situación de esa manera. Yo mismo, me vuelvo a casa mucho más contento cuando gano que cuando pierdo. Incluso en los partidos en los que he rendido bien. En esto la bioquímica no nos ayuda mucho puesto que está más que demostrado que ganar libera hormonas que nos producen mucho placer y cuya experiencia nos empreñamos en repetir.
Esta situación no tendría mayor transcendencia si no fuera por el hecho de que mis valores y creencias me piden que me sienta igual de bien cuando gano como cuando pierdo jugando bien porque quiero valorar el rendimiento, por lo menos, al mismo nivel que el resultado pero…  ¡A ver como me lo monto con las hormonas para que se liberen también cuando pierdo jugando bien!
El resultado es un tipo con muy mala imagen. Es como ese amigo que teníamos de adolescentes del que nuestra madre siempre nos quería alejar, “no vayas con ese chico que te traerá problemas” Por el contrario el rendimiento es el colega guay. De hecho el rendimiento es el otro amigo que caía tan bien a nuestra madre, “júntate con el rendimiento que ese si que es buena gente”.
Yo quiero romper aquí una lanza en favor del resultado. En el fondo es buena gente, el problema es que un incomprendido. Vivimos en una sociedad en la que todo va demasiado deprisa, en la que lo queremos todo ya y sin pararnos demasiado en madurar el proceso. Por ejemplo, lo que de verdad importaba en el cole eran las notas, cuando sacabas buenas notas eras listo y cuando las sacabas malas entonces es que eras tonto. Pero nadie se preocupaba mucho por el rendimiento. En el tenis importan los resultados ¿Cuánto has quedado? ¿A que ronda has llegado? ¿Qué ranking tienes? Si has quedado bien o ganado eres bueno y si no has quedado bien o has perdido eres malo. La trampa y lo que desacredita al resultado es esa forma de pensar. Somos nosotros mismos los que hacemos que el resultado sea el amigo indeseable de nuestras madres ¿Qué porqué? Porque lo que hacemos es identificarnos y darnos valor como persona en función de nuestros resultados. Terminamos pensando y creyéndonos el lema de que “Yo soy mis resultados”.
Los mejores se diferencian del resto porque saben cómo escaparse de esa trampa. Los mejores saben que no son el resultado de sus resultados (valga la redundancia) Pero no por ello le quitan valor a los resultados que consiguen. ¡Todo lo contrario! Consideran sus resultados de vital importancia pero no como arma arrojadiza contra ellos para decirse ¡que malos eres!, ¡eres un inútil!, ¡no sabes hacer nada! o ¡que bueno eres!, ¡eres un maquina! ¡a ti no te gana nadie! sino para adquirir información relevante para seguir creciendo y alcanzar su objetivo. ¡Eso es! El resultado es una información muy valiosa.
En el camino hacia la excelencia lo primero que tenemos que aprender a diseñar es un buen objetivo que nos dirija hacía el lugar al que al que queremos ir. Me encanta esa parte de Alicia en el país de las maravillas en el que Alicia le pregunta al gato:
- ¿Podrías decirme, por favor, que camino debería seguir para salir de aquí?
- Eso dependerá en gran parte del sitio al que quieras llegar, le dijo el gato.
- No me importante mucho el sitio, dijo Alicia.
- Entonces – dijo el gato – tampoco importa mucho el camino que tomes.
No deberíamos permitirnos no saber dónde queremos ir ya que eso determina el camino que hemos de escoger. Y tanto el camino como el destino son aspectos fundamentales en nuestro desarrollo personal y deportivo.
Una vez que ya sabes dónde quieres estar y empieza las ruta necesitas evaluar el progreso cada cierto tiempo. Necesitas confirmar si estás o no acercándote al objetivo como habías planificado. Y para esto los resultados son tus mejores aliados (siempre y cuando los utilices como información y no para identificarte con ellos)
¿Y que hago con esos resultados? Valorar mi rendimiento para establecer las modificaciones que sean necesarias. (Insisto sin identificarme con el)
Rendir al 100% no siempre es suficiente. Lo ideal es rendir al 100% de tus posibilidades pero orientado dicho rendimiento a la consecución de tus objetivos. Si tu objetivo es clavar un clavo en la pared y te tiras 10 horas al día golpeando por todos sitios menos por donde está el clavo, nadie te podrá decir que no estás rindiendo al 100% pero todo ese rendimiento no te servirá para alcanzar tu objetivo. Sin embargo, si te paras un momento a analizar el resultado y el porqué no estás consiguiendo tu objetivo te darás cuentas de que no estás fijando tu atención en el clavo (por ejemplo) y entonces reevaluarás tu rendimiento (en función del análisis que has hecho de tu resultado) y terminarás alcanzado tu objetivo con mayor facilidad.
A mis jugadores les suelo poner el ejemplo del Ferrari y el reponedor del supermercado. Imagina que el objetivo del reponedor del supermercado fuera comprarse un Ferrari en 5 años. Imagina que su rendimiento fuese del 100% cada día. Que sus jefes estuviesen encantados con su trabajo y que además lo mantuviera de manera disciplinada durante mucho tiempo. ¿Crees que pasados los 5 años se lo podría comprar? Con toda certeza la respuesta es que no y sin embargo su rendimiento durante todos estos años en su trabajo ha sido incuestionable. El problema es que no ha valorado los resultados intermedios de su trabajo con lo que no ha podido hacer ningún tipo de ajuste para mejorar su rendimiento de cara a la consecución del objetivo. Por eso, solo al final del proceso se da cuenta de que no tiene dinero suficiente para comprarse el Ferrari a pesar de haber rendido al 100%.
Porque hay que recordar que competimos para rendir al 100% de nuestras capacidades y dar lo máximo de nosotros mismo, pero también para ganar y alcanzar nuestros objetivos.
¿Qué hubiera pasado si cada mes el reponedor del supermercado hubiera evaluado y analizado los resultados de su trabajo en relación a su objetivo? (insisto como información para tomar decisiones y no como para definirse. No es útil para decirse a sí mismo “eres un inutil no ganas un duro” “así no lo consigues nunca vaya mierda de trabajo que tienes”… etc ) Pues que habría tomado decisiones en torno a su rendimiento u objetivo. ¿Cómo? Valorando buscarse un trabajo cuyo rendimiento económico fuera mayor o bien reevaluando su objetivo (cambiando a un coche más barato o ampliando los años para conseguirlo)
Yo soy partidario de trabajar desde pequeños con los jugadores los tres conceptos: Objetivos, resultados y rendimiento. Explicándoles correctamente el significado de cada uno. El problema no es el resultado, el problema es el significado que les enseñamos del resultado. Les hacemos creer que “ellos son sus resultados” y eso es lo que les perjudica realmente en su desarrollo personal y deportivo. Si somos capaces de hacerles ver que su resultado está muy relacionado con su rendimiento y objetivos y les acostumbramos a analizar el resultado como lo que es “un resultado” (que no les define) les permitirá aprender a adaptar la calidad y cantidad de rendimiento que necesitan llevar a cabo con el fin de alcanzar unos resultados que les permitan conseguir sus objetivos. Y solo cuando seamos capaces de hacer que cambie la imagen que ofrecemos a nuestros jugadores de lo que significa realmente el resultado nuestras madres empezarán a dejarnos salir ellos. Porque en el fondo no son mala gente, el problema lo tenemos nosotros, que no sabemos utilizarlos correctamente.
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