LA TAREA Y EL EGO EN EL TENIS
Tener éxito en el deporte de
competición tiene muchas similitudes con tener éxito en la vida. Una de las
cosas más importantes que hemos aprendido desde pequeños es que para que las
cosas vayan bien hay que “saber estar”. Cada situación tiene unas
características que la mayoría de las veces no son explícitas y que por lo
tanto hemos de saber “leerlas”, “captarlas” y actuar en consecuencia y ello se
aprende con el tiempo.
En el deporte de competición
“saber leer” la situación es fundamental para “saber estar”. También percibimos
desde pequeños, que para conseguir las cosas importantes hay que planificar,
luchar y esforzarse y que es la continua lucha, esfuerzo y superación lo que
nos permite conseguir el éxito en los diferentes contextos de la vida.
Para ser práctico y explícito, en
el deporte de competición, la perseverancia, el esfuerzo y la superación, cuyos
sinónimos son el empeño, el sacrificio y el progreso, son las máximas del éxito
de los deportistas y equipos en todos los niveles y particularmente se hace
patente en la historia evolutiva de cada jugador que llega a triunfar en su
deporte.
Con el siguiente ejemplo demostrativo
se ilustra de manera concisa lo anteriormente descrito:
“Habían dos hermanos gemelos que
jugaban al tenis desde muy pequeños y que se destacaban en sus habilidades para
practicar este bello deporte. Los padres los apoyaban en su proceso de formación
llevándolos a los mejores clubes y practicando con los mejores entrenadores
para que los niños pudiesen llegar a ser jugadores de elite. Ambos llevaban un
progreso similar y desarrollaron un buen nivel de tenis consiguiendo resultados
excelentes.
Sin embargo, al entrar en la
adolescencia, la actitud en los entrenamientos y en los partidos empezó a
cambiar. Juan tenía claro que para conseguir el éxito tenía que luchar y
esforzarse en cada entrenamiento y en cada partido, mientras que Carlos
consideraba que tener éxito consistía en demostrar que era mejor que los demás
y que podía hacerlo mejor que los otros y con menos esfuerzo.
A Juan lo que le motivaba en el
entrenamiento y en los partidos era conseguir “leer” cada vez mejor la
situación y para ello seguía entrenando y desarrollando sus habilidades
técnicas, tácticas, físicas y psicológicas.
A Carlos lo que le motivaba era
demostrar que iba “sobrado” y que estaba por encima de los otros sin esforzarse
mucho. Ambos trabajaban en un equipo de competición en el que el staff estaba
compuesto por el entrenador, el preparador físico, el psicólogo, el
fisioterapeuta y el médico.
Juan se comprometía con cada
parte de su entrenamiento y quería desarrollar su potencial al máximo. Carlos
solo quería en cada ocasión probar lo mucho que valía y que ello lo demostraba
sin esforzarse en demasía. Resumiendo, ambos hermanos eran muy talentosos, pero
con la diferencia que Juan a su aptitud le añadió actitud para desarrollar su
capacidad física, mental y táctica; y Carlos sólo creía en su gran aptitud con
poco esfuerzo para fortalecer las habilidades psicológicas, tácticas y físicas,
es decir, no reforzó su actitud para lograr un progreso que le permitiera
mejorar y potenciar su rendimiento.
Pasados los años Carlos abandonó
el tenis ya que empezó a ver que las demás le iban superando, ya que los
jugadores del mismo nivel iban alcanzando mejores resultados en los partidos y
su puesto en la clasificación iba bajando. Le daba pereza y aburrimiento
acogerse al trabajo duro porque desde joven creyó que con su sólo talento iba a
lograr el éxito, no se acostumbró a las exigencias, esfuerzos y sacrificios que
el tenis de alto rendimiento le demandaba. Abandonó el tenis porque este no era
un contexto de logro en el que podía demostrar a los demás lo “bueno” que era,
mientras que Juan consiguió situarse en una buena posición en el ranking
internacional, aprendió a “leer” la situación y a “saber estar”. “
El ejemplo anterior es
interpretativo, en su contexto, de la teoría de la metas de logro aplicada al
entorno deportivo, considerado como un marco teórico que ayuda a entender estos
procesos psicológicos que o bien favorecen el máximo desarrollo en los
deportistas o bien lo merman. Los deportistas como Juan están altamente
orientados a la TAREA y para ellos tener éxito consiste en progresar, en
superarse y en considerar que el éxito se consigue a través del esfuerzo.
Sin embargo los deportistas como
Carlos están altamente orientados al EGO y para ellos el éxito se consigue
demostrando que son mejores que los demás, casi sin esfuerzo y confiando solo
en su talento. Los deportistas orientados a la TAREA, como Juan, desarrollan
una motivación intrínseca: la práctica deportiva es satisfactoria en sí misma,
con mayor compromiso deportivo y menor ansiedad.
Mientras que los orientados al
EGO, como Carlos, su motivación es fundamentalmente extrínseca: realizan la
acción para conseguir algo a cambio y experimentando mayor ansiedad ya que el
destacar o no de los demás no depende solo de ellos.
Un deportista o un equipo pueden
haber realizado un excelente torneo pero sin embargo haber perdido porque el
contrincante todavía lo ha hecho mejor. Perder no le gusta a nadie, sin embargo
ante esta situación los orientados a la TAREA estarán satisfechos con el
rendimiento obtenido y saben que han de seguir superándose, mientras que los
orientados al EGO se sentirán destrozados ya que su valía siempre estará en
función del resultado conseguido.
Cuando los entrenadores quieren
que sus deportistas consigan desarrollar al máximo sus potencialidades han de
conseguir que estos se focalicen en el esfuerzo y en el progreso de su
rendimiento, y no en las estadísticas y en los resultados. Lo que han de
pedirles a sus deportistas es que den lo mejor de ellos mismos en cada
situación y que acepten el reto de la competición y no orientarles a que se
empeñen en ganar a toda costa. Quizás con la filosofía de ganar a toda costa se
consiga ganar ese día, pero cuando la filosofía del entrenamiento es el
progreso y la mejora, dar lo mejor de uno mismo, y lo mejor del equipo,
entonces lo que se consigue es un mejor resultado de forma estable.
Los tenistas pueden estar
motivados por los entrenamientos orientados hacia la TAREA - mejoramiento
continuo - u orientado hacia el EGO - resultados inmediatos para conseguir
premios y reconocimientos -.
El clima de entrenamiento
orientado a la TAREA crea en los jugadores una estándar de mayor rendimiento
individual y de equipo. El entrenador valora el esfuerzo, el progreso en cada
partido y en cada entrenamiento y en el aprendizaje basado en el rendimiento ya
que los deportistas perciben que a lo largo de una temporada han conseguido
mejorar a nivel técnico, táctico, físico y psicológico, así como su nivel de
juego general reflejado en la clasificación del ranking.
El entrenamiento encauzado hacia
la TAREA favorece el aumento en el rendimiento y la satisfacción de los
deportistas al ver el progreso.
Es fundamental que la interacción
entre el entrenador y el deportista sea ampliamente motivacional para potenciar
el desarrollo óptimo del jugador, esto permite al entrenador conocer las
características psicológicas del tenista para favorecer su rendimiento y
bienestar.
Un entrenador que compartiese la
filosofía de base que guía la formación de climas motivacionales de implicación
en la TAREA les hablaría de esta manera a su deportista antes de empezar la
competición: “Cuando el partido termine, quiero tu cabeza alta, y sé que el
único camino que lleva a que tu cabeza esté alta, es que tú sepas que has dado
lo mejor de ti mismo. Esto significa que lo hagas lo mejor que puedas, que
practiques con confianza y seguridad todo lo que se ha entrenado. Nadie podría
dar más. Quiero que al finalizar tengas la sensación que has hecho ese
esfuerzo”.
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