"Te sangran los dedos y
disfrutas del sufrimiento
Mientras van
saliendo las cervezas del vestuario, al que van llegando bolsas y más bolsas de
hielo para llenar las bañeras y que se recuperen los tenistas, el serbio Novak
Djokovic se funde en un emotivo abrazo con su novia, la bella Jelena.
Nole ha
ganado su quinto torneo grande, el tercero seguido. Está destrozado.
"Estoy preparado para todo", se ríe antes de dirigirse al festejo
cuando el reloj ya avista las cuatro de la madrugada australiana; "un
tenista vive para partidos como estos".
Antes de que
Djokovic vuelva a salir del vestuario lo hace Rafael Nadal. Si la medida de un
hombre se toma en la derrota, queda claro que el español no es un cualquiera.
"Lo
primero",
se arranca, aún con las emociones frescas, "es felicitar a Novak y su
equipo, que están haciendo algo fantástico". "Esta es una de las
derrotas más felices de mi carrera", prosigue el mallorquín, pensativo y
sorprendentemente positivo tras la final perdida. "Yo no busco ganar a
Djokovic, sino superarme a mí mismo. Aquí me he superado a mí mismo.
Durante el torneo he sido bastante mejor que en 2011. Ha sido la final que he
perdido que quizás me duele menos porque he hecho todo lo que he podido. He
luchado todo. He corrido todo lo que he podido correr. He competido con un
jugador que, hoy por hoy, es brillante. Le he llevado al límite, cosa que no
había hecho en 2011, y a mí mismo también me he llevado al límite, lo que no
había hecho en 2011. La pasión, la ilusión, están ahí y, cuando uno hace todo
lo que puede, no está obligado a más", cuenta; "estoy satisfecho de
mí mismo. Después de un tiempo en el que había sufrido sin disfrutar, he
sufrido disfrutando. Ese es el camino".
Al valorar
su actuación, Nadal piensa en que hace menos de un mes ni se entrenaba porque
le dolía un hombro, en que llegó a Australia sin tiempo para trabajar en el
delicado cambio de pesos de la cabeza de su raqueta y en que 15 horas antes de
debutar en Melbourne lloraba en su habitación creyendo que una lesión de
rodilla le obligaría al abandono. Una derrota en 5h 53m con un break de
ventaja en el quinto (4-2 y 30-15) debe de ser un trago amargo. Sin embargo, lo
metabolizó en público como algo positivo y puso el acento en algo muy suyo:
disfrutar sufriendo.
"Estoy
absolutamente de acuerdo con él", apostilla luego Djokovic, aún con el
rostro marcado por el esfuerzo y con la copa al alcance de la mano. "Nunca
sentí nada igual. Te duele todo. Sufres. Intentas activar tus piernas. Intentas
empujarte un punto más. Te sangran los dedos. Todo es ya demasiado y, aun así,
sigues
disfrutando del sufrimiento. Por eso
estoy de acuerdo con Rafa", añade. "Haber jugado casi seis horas es
increíble, simplemente increíble", se sorprende. "Escuchar que esta
es la final más larga de la historia de los torneos grandes (5h 53m) me hace
llorar. Pude ganar en el cuarto set y Nadal hizo algunos saques y algunos
puntos increíbles. Se mereció prolongar el encuentro. En el quinto set
cualquiera de los dos pudo ganar", prosigue. "Sentí que mi cuerpo iba
bajando de energía, pero sabía que él también estaría sintiendo el paso del tiempo.
Intenté mantenerme ahí mentalmente. Controlar mis emociones. Cuando me vi
con un 2-4, empujé mi cuerpo hasta el límite. Los dos usamos hasta la
última gota de energía de nuestros cuerpos. Creo que el título se decidió por
un poco de suerte y un poco de deseo.
J.J. Mateo Diario El País.
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