EL CLIMA DEL ENTRENAMIENTO Y LA AUTOESTIMA
Uno de los mayores problemas que tiene que afrontar un entrenador es tener
un grupo de entrenamiento armonioso, unido, que se apoyen unos a otros y que colaboren
en los entrenamientos grupales, algo difícil de lograr por los egos desmedidos.
Lo que aconsejo para que los egos no sean desmedidos es aumentar la
autoestima de los jugadores. Porque un ego se acrecienta cuando falta
autoestima. Los entrenadores dicen que si los miembros de un equipo tienen un
nivel medio-alto de autoestima, aprenden más, son más tolerantes con los
errores de los otros y son mas positivos. La autoestima es frágil como las alas
de una mariposa, se puede quebrar en cualquier momento, por las mas diversas
causas y también puede subir y bajar rápidamente. Los grandes entrenadores
consiguen que sus jugadores o equipos tengan individual y colectivamente una
gran autoestima.
La autoestima alta, no es pensar que yo soy lo que no soy. La autoestima
consiste en saber que soy lo que verdaderamente soy. Todos tenemos un Yo ideal,
el yo que quisiera ser, alto, fuerte, rápido, inteligente. Un Yo ideal es , un
yo sublime. Pero hay un Yo real , un Yo real, no el que debería ser, sino el
que soy. Este concepto es generador de conflicto. Tanto los deportistas como
las personas se fastidian al tomar conciencia del déficit, que es el resultado
de restarle al Yo ideal el Yo real. Cuanto más voluminoso es el resultado de
esa comparación, más conflictiva es la conciencia del déficit. Para mejorar la
autoestima primero hay que reconocer que uno es valioso por el hecho concreto
de ser quien es. Es la idea del concepto de auto-aceptación, que se tiene que
trabajar en conjunto con el entrenador, para que el atleta tome conciencia de
sus virtudes y que solo se focalice en lo que hace mal. Por lo tanto la
autoestima se forja de la atribución u opinión que cada uno de nosotros tenemos
de nosotros mismos, sobre nuestros logros, nuestros éxitos, nuestra fuerza física
y nuestras relaciones personales.
Entonces la autoestima seria la capacidad de evaluarse o valorarse a sí
mismo. En consecuencia, que alguien alcance un buen nivel de autoestima
significa que se valora adecuadamente.
El entrenador también debe moldear la autoestima a partir de mensajes
positivos, constructivos, provechosos y productivos. Y se echa a perder con
mensajes que producen lo contrario: negativos, destructivos e inútiles. Estos
mensajes negativos son: el halago constante sin motivo y el trabajo sin
esfuerzo. Como esos padres que le dan todo a sus hijos y no los educan en
ganarse las cosas con esfuerzo. También los entrenadores que se involucran
demasiado con los jugadores, no tienen perspectiva ni distancia suficiente como
para conseguir que eleven su autoestima. Para desarrollar la autoestima los
grandes entrenadores saben que la exigencia, la disciplina y el autocontrol son
esenciales. Sin disciplina, el habito motor no se automatiza y sin serenidad en
los momentos de presión la autoestima se cae.
LA CRISIS
No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La
crisis, es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque
la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace
de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos
y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin
quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta
su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de
las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta
agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de
cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es
promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto,
trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la
tragedia de no querer luchar por superarla.”
Albert Einstein.
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