martes, 18 de octubre de 2011

Hay que competir?


Psicología

El día comienza con un intercambio verbal con su esposa/o en un inagotable debate sobre quién es el que da más. En la oficina, usted se pregunta si su compañero de trabajo no le robará el ascenso. Luego se sorprende al comprobar que su amigo más cercano haría cualquier cosa por ganarle un partido de tenis. Todo pasa en diferentes áreas, pero el denominador común es uno solo: la competencia.
Por todas partes, nuestra obsesión por vencer. La competencia es tan omnipresente –estudios, trabajos, juegos, relaciones- que muchos la toman como algo natural, sin advertir sus consecuencias destructivas.
Podemos definir a la competencia como “una obtención de logros mutuamente excluyentes”; o sea, mi éxito quiere tu fracaso. Nuestros destinos estarían conectados en forma negativa. Diciéndolo de otro modo: se compite cuando dos o más personas tratan de adquirir un objetivo que no puede ser alcanzado por ambos o por todos ellos.
En este juego emerge la presión del ser el número uno. Nos hemos acostumbrado a vivir con él, hemos sido enseñados no sólo para competir sino también para creer que hay un valor en la competencia.
Pero los argumentos utilizados para vender la competencia son sólo mitos. Es decir la competencia no es necesaria ni deseable. En orden de popularidad, presentamos los cuatro mitos centrales de la competencia.
MITO 1: COMPETIR ES INEVITABLE.
Nos gusta atribuir la competencia a algo que llamamos “naturaleza humana”. Esta creencia está tan difundida que ni siquiera nos preguntamos si existe una evidencia que la sustente, pero no es difícil encontrar razones para dudar que la competencia sea inevitable.
Los occidentales tendemos a creer que nuestro ímpetu por dominar a otras culturas es universal. Pero los antropólogos han confirmado que la sociedad occidental es más la excepción que la regla. Desde los esquimales de Canadá hasta los Tangu de Nueva Guinea, desde los Kibbutzim de Israel hasta los campesino mexicanos, la cooperación es más bien premiada y la competencia evitada en diferentes culturas.
En realidad, la competencia es un problema de entrenamiento social más que un aspecto innato de la personalidad. Los psicólogos Spencer Kagan y Millar Madsen, estudiando grupos de niños mexicanos y estadounidenses de siete a nueve años descubrieron que los mexicanos aprendían más rápido que los estadounidenses como cooperar en un juego experimental, mientras que estos últimos tendían a despojar a otros niños de sus juguetes con mayor frecuencia.
Gerald Sagotsky, de la Universidad de Adelphi, condujo un estudio en el que se entrenó a 118 pares de estudiantes para trabajar juntos en una variedad de tareas. Semanas más tarde, otro investigador introdujo un nuevo juego entre esos estudiantes y observó que la lección había quedado en sus memorias.
En verdad, los niños suelen expresar una fuerte preferencia por las tareas cooperativas una vez que aprenden en forma directa lo que significa trabajar o jugar en un contexto que no requiere la existencia de perdedores o ganadores.
 
MITO 2: COMPETIR NOS VUELVE MÁS PRODUCTIVOS
 
Suele pensarse que la competencia alimenta mayor productividad y un deseo de perfeccionamiento; o que sin ella la vida sería demasiado “blanda” y sin exigencias. Sin embargo, esta creencia se basa en la confusión entre competir  y tener éxito.¿Cuál método es más productivo: competir o cooperar?.
La respuesta tomará a muchos por sorpresa. David y Roger Johnson; educadores de la Universidad de Minnesota, analizaron recientemente 122 estudios de logros académicos realizados entre 1924 y 1980. En el 65% de los casos hallaron que la cooperación había promovido mayores éxitos que la competencia; sólo en un 8% hallaron lo contrario, y en el resto no descubrieron mayores diferencias.
Del mismo modo, Robert Helmreich, de la Universidad de Texas, condujo 103 test de personalidad entre los miembros de la comunidad científica y descubrió que los científicos cuyos trabajos eran citados con mayor frecuencia por sus colegas eran los científicos menos competitivos. Una tras otra diferentes investigaciones llegaron a la misma conclusión: estudiantes graduados no tienen necesariamente más éxito en sus carreras cuando éstas se transforman en guerras de competencia.
Tales resultados tienen su lógica. En primer término, tratar de hacer las cosas bien y tratar de derrotar a los demás son dos problemas diferentes, y se pierde concentración en el tema que lo preocupa. Ambos objetivos suelen empujarnos en diferentes direcciones.
           
Más allá, competir es muy estresante. La posibilidad del fracaso crea por lo menos agitación –si no genera una insoportable ansiedad. Ello interfiere con la capacidad de realizar la tarea. La competencia también obstaculiza el compartir nuestras experiencias, habilidades y recursos, al revés de los que ocurre con la cooperación. Todo esto debe conducirnos a plantear preguntas no sólo acerca de cómo estimamos –o subestimamos- a compañeros de clase o del trabajo, sino también a cuestionar el sistema de competencia que está basada nuestra estructura legal y económica.
 
MITO 3: TODO JUEGO ES COMPETITIVO
 
Es interesante observar que el modo fundamental de pasarla bien en nuestra sociedad se basa en participar o ser espectador de juegos altamente estructurados en los cuales un individuo o un equipo debe triunfar sobre otro. Atletas serios y determinados practican hasta quedar exhaustos con el solo objetivo de derrotar a sus contrincantes. Esto es lo que nuestra cultura denomina jugar.
La competitividad deportiva entre niños de edad escolar suele dejar profundas marcas de personalidad. El psicólogo deportivo Terry Orlick ha observado que tales actividades operan como una “fábrica de fracasos” entre los niños, no sólo por eliminar a los “malos”, sino también por desalentar a algunos de los “buenos”.
Las investigaciones realizadas en contexto no creativos prueban que aquellos niños no exitosos en deportes competitivos también pueden continuar con una baja performance en otras actividades y desalentarse a la primera oportunidad en que se les presenta un desafío.
Aún los más pequeños son influenciados por el mensaje de la competencia. 
Todo juego requiere la obtención de algún objetivo y la superación de algún obstáculo. En ningún lugar está escrito que el obstáculo deba ser siempre otra persona; podría ser un límite de tiempo, de espacio o cualquier otra cosa intrínseca a la tarea. De ese modo, ninguna polaridad vencedor –perdedor necesita ser restablecida a priori. Incluso podríamos disponer tareas en la que todos se esfuercen por alcanzar un objetivo, en cuyo caso los oponentes se vuelven compañeros.
 
MITO 4: COMPETIR REFUERZA EL CARÁCTER
 
Algunos defienden el combate contra los demás como una manera de hacerse más “fuertes”. Suponen que aprender a perder o ganar es un prerrequisito para endurecernos o darnos autoconfianza. Pero la mayoría de la gente intuye que las consecuencias de la lucha permanente contra los otros son generalmente insalubres. Como lo dijera el antropólogo Jules Henry, “una cultura competitiva perdura a costa de escindir a las personas que la componen”.
En gran medida competimos para reafirmar que somos capaces, valiosos, “buenos”. Lo trágico es que la competencia no refuerza la frágil autoestima que la hizo posible. El potencial de ser humillados y expuestos a vernos como seres inadecuados sigue latente en cada encuentro competitivo. Siempre es dañino tratar de vencer sobre los demás porque, en primer lugar, la mayoría de las veces todos somos perdedores.
Cuando nuestra autoestima depende del resultado de un torneo, ni siquiera vencer cada tanto sirve de ayuda. La salud psicológica implica una confianza incondicional en nosotros mismos. La victoria nunca es permanente. La euforia suele desvanecerse rápidamente y tanto vencedores como perdedores sienten que necesitan aún más, como un adicto que ha desarrollado cierta tolerancia a la droga.
Otros dos psicólogos deportivos, Thomas Tuke y Bruce Ogilvie, luego de estudiar a unos 15.000 atletas, no pudieron encontrar sustento para la creencia que los deportes refuerzan el carácter.
“La evidencia sugiere que la competencia atlética limita el crecimiento en ciertas áreas” fue su conclusión luego de estudiar depresiones, períodos de estrés y frágiles relaciones entre atletas. En cambio, “algunos jugadores con defensas firmes de carácter evitan los deportes más competitivos”. Otros estudios señalan que la competencia conduce a que busquemos fuera de nosotros mismos la evidencia de que valemos. La cooperación, por otro lado, esta ligada a la madurez emocional y una identidad personal fuerte.
Tal vez el aspecto más perturbador de la competencia sea el modo en que envenena las relaciones interpersonales. En el trabajo podemos ser punitosos con nuestros colegas, pero existe un cierto “estar en guardia”, una reserva, una parte de la identidad que permanece a la defensiva porque quizás seamos rivales en el mañana.
La competencia fisura a las familias, haciendo que la necesidad de la aprobación se vuelva una carrera, y convierte al amor en una especie de trofeo. En el campo de juego se hace difícil mantener sentimientos positivos hacia alguien que trata de hacernos perder. Y en la escuela se nos enseña a vernos mutuamente como rivales u obstáculos para el progreso individual. No debemos sorprendernos de que la hostilidad inherente en la competencia cada tanto explote como agresión directa.
También es fácil sacarnos de adentro los efectos de la rivalidad; no es suficiente eliminar la “competencia excesiva” –la fanforronería, el “hacer trampas”-, porque el problema está en el corazón de la competencia. En vez de perpetuar un arreglo que nos permita tener éxito solo a costa del fracaso de otros, debemos escoger una sesión nueva de nuestra sociedad, una visión basada en el trabajo y el juego cooperativo.
Para ello hace falta dejar de lado los mitos sobre la competencia. Recién entonces podremos ocuparnos de cambiar las instituciones que nos definen como rivales y descubrir alternativas más saludables y productivas”.
Extraído de:
EL PORTAL DE EDUCACION FISICA, deporte escolar, actividad física y salud 
http://www.maixua.com/educacion-fisica.html?name=Conteni2&pa=showpage&pid=8


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