domingo, 4 de noviembre de 2012

La realidad del "perfeccionista"

LA REALIDAD DEL PERFECCIONISMO 
EXTRACTO DEL LIBRO “Tenis: Ganando el Partido Mental” 
Por Allen Fox, Doctor en Psicología © 2005, todos los derechos reservados 


Articulo extraído de www.itusatennis.com

A menudo oímos afirmar a jugadores que se enfadan cuando fallan, que lo hacen porque son “perfeccionistas”. Dicen que sus estándares son tan altos que simplemente no pueden aceptar los errores. Así que echémosle un vistazo más de cerca al concepto de “perfeccionismo”, el cual veo como sustancialmente diferente de lo que se entiende comúnmente. Cuando la gente se etiqueta a sí misma como “perfeccionista”, normalmente lo hace con un punto de orgullo. Parece haber algo admirable en ser el tipo de persona que no se conforma más que con la perfección. 

La realidad es bastante diferente. Los “perfeccionistas” con los que me he encontrado –los que siempre se enfadan o se deprimen cuando cometen un error en la pista– simplemente sufren de una visión inmadura y distorsionada de la realidad. Por supuesto que cometen errores y por supuesto que no les gusta cometerlos. A nadie le gusta. Pero todavía no han aceptado que la verdad es que si cometen errores es porque es imposible no cometerlos, y siempre será así. Ésa es la realidad de la situación, y es una realidad que no han aceptado. Llamar a esto “perfeccionismo” lo convierte en más virtud de lo que es en sí, y les permite seguir enfadándose con los errores que no pueden evitar. Si hubieran visto el problema como ser simplemente inmaduro y poco realista (lo cual son defectos, no virtudes), podrían haber tomado acción para corregirlo, cosa para la que todavía no están preparados. 

El brillante francés de mi equipo: uno de mis últimos equipos en Pepperdine contaba con un joven jugador francés llamado Charles Auffray. Había sido buen jugador de primer año y tenía un gran potencial físico, pero emocionalmente era indisciplinado y un “perfeccionista” en el sentido de todo lo dicho anteriormente. Era un joven brillante. Su padre tenía un doctorado en Filosofía (creo) por la Universidad de Berkeley, era un exitoso hombre de negocios en París, y su madre era brillante y con clase también. Todo esto era innato en Charles y además era terriblemente inteligente. Hablaba inglés con dificultad cuando llegó (al menos yo apenas podía entenderle), pero se las había arreglado para aprobar el examen de lenguaje y luego el de acceso. Dormía muy poco; nunca estudiaba; pero conseguía sobresalientes en muchas de sus asignaturas. Me tenía desconcertado pensando en cómo podría hacerlo. 

Pero en la pista de tenis se le fundían los fusibles. A pesar de sus extraordinarias habilidades físicas, era propenso a alterarse de una manera salvaje si jugaba peor de lo que el creía que tenía que jugar. Parece que no podía convencerle de que era un ser humano y no una máquina, y que su juego estaba sujeto a variaciones. Le recuerdo saliendo de la pista, después de lo que él consideró una horrible actuación, refunfuñando cosas como “no puedo meter la pelota en la pista”, “no puedo jugar este juego”, “sólo fallo, fallo, fallo”, “tengo que abandonar y jugar a otra cosa”. 

Farfullaba por todos lados con su inglés “roto” y su acento divertido, y era difícil tomarle en serio. (Algunos jugadores se degradan y se hacen desagradables cuando pierden, y no es nada divertido estar alrededor de ellos. Charles, sin embargo, era un tipo adorable y tenía un gran corazón. Gustaba a todo el mundo y sus frustradas groserías eran vagamente cómicas.) Así que no lo pude resistir y un día le dije: “Charles, tengo la solución para tu problema de cometer demasiados errores. Es simple. La próxima vez que juegues un partido, entra en la pista y ¡no falles más!” 

Por un momento se quedó mirándome inquisitivamente, pensando que estaba loco. Entonces comprendió. Y le dije: “exacto Charles. Seguramente no lo podrás hacer. ¡Cometes errores porque no puedes evitarlo! Acepta el hecho de que no importa lo que hagas, siempre cometerás errores. Y cuanto antes dejes de contrariarte por algo que no puedes evitar, será mejor para ti”. No sé si fue esta pequeña charla o si Charles simplemente lo entendió por sí mismo, pero el caso es que consiguió un mejor control de sí mismo y terminó llegando a ser el nº 1 del equipo de Pepperdine y uno de los mejores jugadores universitarios del país. Lo último que he oído de él es que está llevando una gran academia en Francia, una de las más grandes de Europa. 

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