Jugar sin miedo a fallar
La competencia nos somete continuamente a
decisiones que nosotros respondemos con nuestras acciones. No existe garantía
de que estas sean las acertadas, pues la incertidumbre es parte del deporte y
de la vida. Pero confiar en lo que decidimos, aunque temamos equivocarnos, nos
ayuda a crecer, nos hace humildes, eleva nuestra confianza y enriquece nuestra
experiencia deportiva.
Hay un viejo refrán dice que con el periódico de
mañana, todos somos infalibles, tomaríamos decisiones acertadas, nunca nos
equivocaríamos, sabríamos exactamente qué hacer, podríamos anticipar cualquier
resultado. No hay forma de detener el tiempo y esperar a que nos lleguen las
noticias por anticipado para luego actuar. Por lo tanto, lo que queda es
instalarnos en el aquí y ahora, tomar decisiones, y actuar ¿Habremos
acertado?¿tendría que haber pateado a la derecha o la izquierda? ¿tendría que
haber sacado y jugar cruzado? Lo sabremos luego. Y cuando lo sepamos, otro será
el momento y acaso otras las condiciones. Es como jugar contra el mismo
oponente o equipo rival al cual vencimos hace una semana, el haber ganado no
nos garantiza un nuevo triunfo todo puede ser diferente, las decisiones
acertadas que tomamos en el partido anterior, en este pueden no resultar efectivas.
A veces invertimos demasiado tiempo, esfuerzo y
preocupación en formular preguntas fuera de lugar: “¿Qué será de mí mañana?,
¿Podré ganar el torneo?, ¿Qué me espera si fallo un tiro libre o penal?,
¿Estaré a la altura de las exigencias que me aguardan?, ¿Intento ser
profesional o dejo y comienzo la universidad ?”. Y así hasta el infinito.
Es un error insistir en esos interrogantes, porque
nuestra misión en el deporte no es preguntar. Es el deporte quien nos pregunta;
nosotros, respondemos. El deporte no nos interroga con palabras sino con
circunstancias. A cada paso, nos topamos con situaciones, desde las más
sencillas (cómo vestirnos para el partido) hasta las más trascendentes (donde
jugar la pelota, cual es el palo más adecuado, a donde tirar el penal o
arriesgarnos a realizar un triple o darle el pase al compañero...).
¿Qué hago? “Cuando no tomamos decisiones, también las estamos tomando. Cuando no
elegimos, también lo hacemos. Cuando no actuamos, estamos actuando. No decidir,
no elegir, no actuar, son modos de decidir, de elegir y de actuar. No hay
escapatoria. Siempre respondemos. Con nuestra acción o con nuestra inacción,
con nuestra palabra o con nuestro silencio” (Sinay 2010).¿Qué es, entonces, lo
que con frecuencia nos detiene, nos hace dudar y nos inmoviliza?. El miedo a
equivocarnos, a perder y a las consecuencias de ese posible o presunto error.
Creemos que nuestras acciones pueden tener efectos dolorosos para nosotros,
para nuestro equipo o para otras personas. Sin embargo, también puede tener una
repercusión negativa nuestra pasividad o el no tomar decisiones arriesgadas .
Lo importante, en todo caso, es que estemos dispuestos a afrontar esas
consecuencias y que no busquemos un culpable a quien echarle la culpa de
nuestra derrota o de nuestros errores. Y si las cosas no salen como
esperábamos, tampoco es aconsejable llenarse de culpas. Hay que ser responsable
de nuestros actos pero no culparnos de ellos. Hay que comprender que no somos
infalibles, que hay días que el rival es superior o simplemente no salen las
cosas como deseamos.
Solo el periódico de mañana nos hubiera permitido
acertar plenamente. Mientras tanto, solo contamos con nuestra intuición, con
nuestros recursos, con nuestro conocimiento táctico, con nuestra actitud frente
a ella. La gran mayoría de las personas toma decisiones y no las ejecuta a fin
de NO equivocarse, de sufrir, de dañar o dañarse. Nadie busca su propio mal, lo
que no significa que no se equivoque, sufra, perjudique o se dañe. No existen
garantías de que todo salga siempre como lo deseamos, esperamos o necesitamos.
La auto exigencia desmedida
“Algunos se equivocan por temor a equivocarse” Extraordinariamente certera resulta esta frase del
gran poeta, ensayista y dramaturgo Gotthold Lessing . Tanto temor a los errores nos
envuelve en la duda, acaba por confundirnos y, a la corta o a la larga, nos
lleva hacia lo que más temíamos: a paralizarnos. El miedo a la equivocación,
que termina por inmovilizarnos, suele ser hijo de la exigencia. Para la exigencia,
lo que importa son los resultados. No pone atención en el desarrollo, en la
buena actitud, en el haber dado todo. Para la exigencia, no se trata de
competir sino de ganar. Sin embargo, lo que realmente
importa es el proceso, lo que aprendemos en el camino, lo que experimentamos y
cómo lo incorporamos luego en nuestro juego.
Ser auto exigentes. Instala en nuestro interior una
voz que nunca calla, que deja oír permanentemente su crítica, su disconformidad
con lo que logramos, nos pide la perfección, nos advierte con severidad ante el
error y nos previene contra todo lo que nos ocurrirá si lo cometemos. Y nos
llena de miedos ante un posible error. Preferimos no hacerlo a hacerlo mal. Preferimos eludir la
competencia antes de perder. Inventar una lesión antes de entrar a la cancha y
tener la posibilidad de perder o como hizo el gran Roger Federer cuando tenia
12 años se subió a un árbol antes de un partido para que no lo encuentren, para
no competir.
Una persona autoexigente ve la equivocación como al
más temido de los enemigos. No se permitirá un error ni, mucho menos, no lograr
un objetivo. Y hasta tal punto no lo hará que, ante la posibilidad de que
aquello ocurra, preferirá no jugar, se verá
inmovilizada, se privará de lo más valioso, de
aquello que siempre nos enriquece, por encima de los resultados, y que es la
experiencia de la competencia. Creer en uno mismo.
El temor a equivocarse también tiene mucho que ver
con la baja autoestima. Quien ha crecido sintiéndose valorado, estimulado,
acompañado, quien no ha sido castigado ante cada error cometido, ante cada bola
errada o pase mal dado, quien ha conocido que solo se
aprende a través de las experiencias, estará siempre más dispuesto a tomar
riesgos, o solamente a jugar. Y es que habrá desarrollado una herramienta
fundamental en la vida: la confianza.
La confianza se establece cuando han confiado en
nosotros, cuando se nos ha valorado, cuando se nos ha hecho saber que No se nos
amará por nuestros resultados sino, sencillamente, por lo que somos; que no dependeremos
de nuestros éxitos para ser queridos y que nuestras equivocaciones no nos
convierten en peores personas.
El escritor Sergio Sinay (2010) dice “Podemos
decidir creer en nosotros, no ponernos y quitarnos puntos según los éxitos que
conseguimos o dejamos de conseguir. Para decirlo de una manera directa:
podremos trascender la confianza que no nos dieron si nos animamos a transitar
los caminos, a hacer las pruebas, a vivir las experiencias, a no temer a los
resultados”.
Se tu mismo, ama lo que eres y siéntete orgulloso, porque naciste de esta
manera, dice Lady Gaga a sus fans Únicamente quienes se equivocan aprenden; solo
aquellos, en la medida en que toman conciencia de esas experiencias y
desarrollan sus potencialidades. Competir, jugar, aún con miedo a equivocarse,
nos ayuda a crecer, nos hace humildes, nos permite construir nuestra confianza,
eleva nuestra autoestima y enriquece nuestra experiencia en nuestro deporte.
Cuando tememos cada error que pudiéramos cometer , acabamos por temer la competencia
o evitamos el simple hecho de salir a jugar.
Lic. Claudio Sosa